viernes, 26 de enero de 2018

RECORRIDO POR LA HISTORIA DE LA SIERRA DE SEGURA (XII)

Continuando con este particular recorrido por la historia de nuestra comarca en el que queremos hacer llegar a todos las particularidades más significativas de la Sierra de Segura, nos centramos en este nuevo capítulo en esos casi 100 años en los que nuestra sierra fue declarada provincia marítima. Ciertamente la Sierra de Segura fue una espacio conocido en todo el país y supuso un motor económico para España a través de la explotación maderera, pero no podemos olvidar que la expropiación de nuestra riqueza natural no repercutió positivamente en el desarrollo de nuestra tierra ni en el beneficio de nuestras gentes.
Límites de la Provincia Marítima de Segura


Capítulo Duodécimo.- LA PROVINCIA MARÍTIMA DE SEGURA. 1748 - 1833

(jt)
Mientras en las grandes ciudades se impulsa la Ilustración y la Revolución Industrial, la fisonomía de la Sierra de Segura permanece casi inmutable con una estructura de supervivencia basada en la agricultura y la ganadería, con un sistema de gestión muy anticuado. La mayoría de la población activa se dedica a la ganadería y a las labores del campo, principalmente a la recolección de aceituna, cereales, forrajeras y almendro. Los jornaleros ocupan el 70% de las actividades, con lo que la mayor parte de la población sólo tiene como propiedad la fuerza de su trabajo. En ese momento, el censo de Jaén, constata que de cada cinco hombres que trabajaban la tierra, cuatro eran jornaleros. Y aunque la agricultura andaluza era muy productiva, el problema residía en la apropiación y distribución de los beneficios que, debido a un largo proceso histórico, estaban en manos de la Iglesia, la Corona, la Nobleza y los Ayuntamientos.
Pequeño propietario agrícola en el Antiguo Régime
Existía también la posibilidad de arrendar las tierras a agricultores, lo que siempre proporcionaba beneficio a los señores, tanto si subía el precio del trigo como si subía la renta cobrada a los campesinos por el cultivo de esas posesiones señoriales. También estaría un pequeño grupo de pequeños propietarios  de parcelas de muy reducidas dimensiones que apenas si podían satisfacer sus propias necesidades de autoconsumo. Y en el último eslabón, los braceros y jornaleros, sobre los que recae el peso de la explotación. El salario no podía cubrir las necesidades mínimas por lo que era habitual recurrir a actividades ilegales de pillaje y hurto como el espigueo, la rebusca y sustraer frutas y hortalizas que, normalmente, eran duramente sancionadas.
Modelo de economía durante el Antiguo Régimen
En el S. XVIII la economía de la madera sufre graves daños al proclamarse la comarca de Segura Provincia Marítima, por Decreto de 31 de enero de 1748, efecto que durará hasta 1836. A partir de entonces desaparece el régimen del Común y comienza una explotación privada e indiscriminada del monte, sobre el que se ejercerá una transformación a todos los niveles.
Fernando VI
Desde principio del S. XVIII y hasta bien entrado en S. XIX, la Sierra de Segura, se convierte en el principal abastecedor, por la calidad de su madera, de la inmensa mayoría de las necesidades civiles o militares de todo el país; cuestión esta de la calidad de nuestros bosques que no pasó desapercibida para los franceses durante el dominio y control napoleónico, ya que está constatado que el archivero del Ministerio de Marina, D. Juan Sans Barutell, recibió desde ese ministerio el encargo de visitar y realizar un informe sobre el potencial maderero de nuestra sierra, pues el ministro de Marina, el afrancesado D. José de Manzarredo, pretendía reorganizar los departamentos marítimos y consideraba enormemente positiva la posibilidad de la explotación maderera para reestructurar la armada francesa frente al potencial del enemigo británico, ensalzando en dicho informe la calidad de nuestras maderas frente a la utilizadas hasta ese momento por los astilleros franceses provenientes de sus dominios en los bosques de Flandes.
Asalto a Segura de la Sierra por las tropas francesas.
La explotación a gran escala comienza con la construcción de la Real Fábrica de Tabacos de Sevilla, actual sede de la Universidad Hispalense. La madera de Segura está cerca y es muy barata y el Superintendente del Tabaco, D. Sebastián Caballero, pensó en recuperar la tradicional y antigua actividad de transportar la madera a través del río Guadalquivir para proveer de este elemento a los obreros en la construcción de este emblemático edificio, prescindiendo así de la cara madera que, hasta entonces, provenía a casi todos los países de los bosques de centro Europa. A partir de 1733 grandes cantidades de madera se conducen hasta Sevilla bajo la administración del Real Negociado de la Madera, dependiente del Ministerio de Hacienda. La primera pinada estaba compuesta por más de 8000 troncos que llegaron a Sevilla en 1734, lo que generó incluso un excedente sobre las necesidades de la obra, siendo vendida para otros menesteres generando importantes beneficios. Este detalle no pasó desapercibido, viéndose las posibilidades de negocio en esta dinámica de explotación, por lo que se estableció en Real Decreto fechado en 1735 el control de la explotación maderera de nuestra sierra al Superintendente de la Fábrica de Tabacos de Sevilla a través del Real Negociado de la Madera que estableció una subsede en Segura de la Sierra, siendo el primer subdelegado D. Gregorio de la Cruz y Tirado. Ahora la explotación era meramente comercial siendo utilizada la madera de la sierra principalmente en las obras, como las de reparación de la catedral de Córdoba, la catedral de Jaén o en la iglesia de San Andrés de Baeza.
Real Fábrica de Tabacos de Sevilla
Pero el uso en la construcción no dejaba de ser un uso específico y limitado, siendo el maestro de obras D. Vicente Acero el primero en pensar sobre las posibilidades que ofrecía el tipo de pino salgareño, muy abundante en nuestra sierra, para la construcción naval. Ante tal posibilidad, llegó visitar la Sierra de Segura en 1738 junto con los responsables del Arsenal de La Carraca de Cádiz, observando insitu las enormes posibilidades de explotación, y confeccionando un detallado informe, lo cual motivó que fuera llamado a Corte D. Leonardo Ventura de León, gobernado de Segura, para realizar las pertinentes valoraciones. Fruto de este informe favorable a la explotación maderera para la construcción naval, fue también la visita a nuestra sierra de los responsables del Arsenal de Cartagena en 1741, analizando zonas de explotación y formas de extracción de la madera para abastecer sus astilleros, ya que los ingenieros navales se dan cuenta de que esta madera sí es eficaz e idónea para la construcción de barcos de guerra.
Gráfico de líneas de extracción de la madera de la Sierra de Segura
A partir de este momento se produce en nuestra sierra una explotación desmedida y casi incontrolada que generó importantes beneficios gestionados por el Real Negociado de la Madera, siendo necesario y urgente una regulación de la explotación que llegó con la publicación de la Reales Ordenanzas de Montes de 1748, que crean las provincias marítimas y el establecimiento de la jurisdicción de la Marina en nuestra Sierra de Segura. Pero no debemos pensar que este hecho aportó claridad y buena gestión en la explotación de nuestros bosques pues hay que considerar que esta nueva jurisdicción se mezcló con los intereses establecidos en la jurisdicción existente de las órdenes militares, con los intereses eclesiásticos a través de las Diócesis de Cartagena y Toledo y también de los intereses de los lugareños reconocidos en las ordenanzas de 1580, generando multitud de conflictos al estar las jurisdicción de la Provincia Marítima por encima de los intereses tradicionales establecidos con anterioridad. Entre el Ministerio de Hacienda y el de Marina provocaron un enorme perjuicio en nuestros montes, ya que su explotación fue indiscriminada y, en ocasiones, irracional hasta el punto de que, en menos de un siglo, se llegaron a cortar más de 280 millones de árboles.

La Provincia Marítima de Segura incluía 51 localidades, agrupadas en 4 subdelegaciones comprendidas en los departamentos de Cádiz que comprendía la vertiente del Guadalquivir y Guadalimar, y el departamento de Cartagena que se ocupaba de los territorios de la vertiente del Segura. Oficialmente fue constituida el 1 de septiembre de 1751 y para su control se nombraron seis guardas celadores. Se estableció la sede de la administración de la provincia en Segura de la Sierra, con subdelegaciones en Alcaraz, Cazorla, Villanueva del Arzobispo y Santisteban del Puerto. Se llegó incluso, en 1764, a limitar la explotación autorizando alternativamente de forma anual sólo a uno de los departamentos a talar árboles como forma de preservar la extracción y evitar problemas en la conducción de la madera. El trabajo del Negociado y del Departamento de Marina seguía pautas similares y estaba diseñado con programación anual, iniciándose la planificación en otoño una vez recibidas las solicitudes de madera, procediendo después a marcar los árboles aptos para la tala. Será entre los meses de enero a marzo cuando los hacheros los cortaban, dejándolos reposar al aire libre para que de los troncos se desprendiera la mayor cantidad de resina posible, para una vez lista, ser transportada con carretas de bueyes hasta los aguaderos, actividad que se hacía entre los meses de julio a octubre aprovechando el buen estado de los caminos durante la época estival. Una vez la madera junto al río, se esperaba hasta los meses de noviembre a enero para, aprovechando las crecidas, dar comienzo al proceso de arrastre y navegación.
Transporte de la madera en carretadas hacia lo aguaderos.
La navegación era una ocupación que realizaba un grupo de personas que oscilaba entre 100 y 300 hombres según las pinadas, denominados gancheros, pudiendo tardar el transporte fluvial de la pinada entre 7 y 10 meses en llegar a su destino, por lo que la actividad dio lugar a una peculiar forma de vida para ese grupo de personas que pasaban gran parte del año trasladándose de un lugar a otro siguiendo el cauce de los ríos. Una vez la madera en los arsenales era trabajada por los carpinteros para darle su forma definitiva y usarla en la construcción de los nuevos buques.
Aguaderos

Las Ordenanzas Reales de 1748 firmadas por Fernando VI, quieren poner fin al expolio que se estaba cometiendo con los montes de Segura y fomentar una racional administración de la madera, lo cual no significa que lo establecido en las, ya nombradas, Ordenanzas del Común de 1580 quedara sin efecto, pero está claro que cuando la madera es considerada como un material preciado y valioso se produce un incremento y abuso en su explotación con finalidad evidente de enriquecer a particulares que obtuvieron suculentos beneficios con negocios no todos transparentes y claros, quedando así unas y otras ordenanzas como reguladoras y legitimadoras del expolio de nuestra riqueza natural y distribuidoras poco racionales de beneficios generados que no repercutieron en el desarrollo de nuestro territorio que veía como su particular riqueza se deslizaba río debajo de una forma legal y abusiva.
Grabado sobre construcción naval en Cartagena

La regulación no evitó que la madera siguiera siendo un elemento de negocio y que la construcción de edificios y, principalmente, barcos en los astilleros de Cádiz y Cartagena que eran destinados a dar continuidad al comercio de ultramar con los territorios americanos, repercutiera desfavorablemente en el desarrollo y en la economía de la Sierra de Segura, dilatando dinámicas que empobrecieron a su población y generaron un expolio de nuestra riqueza natural.
Puerta de acceso al Arsenal de La Carraca en Cádiz
La actividad llevada a cabo en esta época en nuestra sierra supuso una notable dinamismo en la económica de la zona, pero los beneficios no repercutieron decisivamente en nuestras gentes, tan sólo algunas familias dedicadas al carreteo de maderadas y el trabajo de hacheros y gancheros obtuvieron algún tipo de rendimiento, pues fueron las autoridades ministeriales y, en ocasiones, comerciantes que accedían a la madera a través de la venta fraudulenta de partidas, los que se enriquecieron notablemente a cambio de suculentas comisiones.
Gancheros
Este suculento negocio de expropiación de nuestra riqueza natural se debilitó considerablemente con la invasión francesa de principios del S. XIX, siendo las Cortes de Cádiz las que establecieron la supresión de las jurisdicciones especiales por lo que la referida a la que tenía el Ministerio de Marina sobre la Sierra de Segura quedó totalmente limitada. No obstante, con la vuelta del absolutismo de la mano de Fernando VII se restableció el Negociado de Maderas de Segura, dependiente ahora sólo del Ministerio de Hacienda, estableciéndose un subdirector general en Orcera, aunque debemos considerar que su eficacia y efectos fueron muy limitados, ya que la acción liberal debilitó considerablemente el monopolio de extracción, hasta que las Ordenanzas de Montes de 1833 establecieron un nuevo orden que supuso, en la práctica, la supresión de la Provincia Marítima de Segura que no se concretó definitivamente hasta 1836.
Para obtener una información más técnica y detallada, compartimos el enlace para que con un simple clik podamos acceder al artículo de D. Enrique Martínez Ruiz publicado en el blog de la Asociación Cultural Sierra de Segura titulado “Desforestación de los montes de Segura”, donde se nos describe la pérdida de masa forestal en el periodo comprendido entre 1733 a 1953 provocada por talas abusivas, muchas de ellas a causa de la declaración en provincia marítima por Fernando VI en 1748, así como también por los incendios y roturaciones para explotación agraria, principalmente de olivar.
http://asociacionsierradesegura.blogspot.com.es/2013/12/deforestacion-delos-montes-de-segura-en.html


Segura Verde (jt)
La Provincia Marítima de Segura. Sergio Rodríguez Tauste

viernes, 12 de enero de 2018

CUANDO EL PASEO ERA IR A LOS SIFONES DE LA CARRETERA

Presentamos este artículo de nuestro apreciado paisano Pedro Ruiz Avilés, escrito hace más de veinte años, que nos traslada a la nostalgia de un tiempo en el que la carretera se convirtió en el centro neurálgico de la vida cotidiana de nuestro pueblo, hasta que, a finales de los años noventa, la circunvalación cambió la fisonomía, y también las dinámicas, del pueblo y de sus gentes. La carretera nacional era, los días laborables, un trasiego de vehículos que daban animación y vida a sus comercios y gentes, mientras que los festivos, cuando el tráfico disminuía, una apacible zona de paseo donde muchísimas personas conseguían hacer de este núcleo de comunicación su punto de encuentro y convivencia, siendo el puente sobre el Arroyo de Peñolite  el inicio de un trayecto, salpicado por diversos sifones de conducción de agua, que finalizaba en La Vicaría. Este era el paseo del pueblo, el paseo de los sifones.



MELANCOLÍA POR LOS SIFONES.

Por Pedro Ruiz Avilés

Nuestro pueblo, como bien sabemos, creció asomado a la carretera general que es por donde nos llegaban o enviábamos las mercancías y las personas. Cuando yo era chico, allá por los años 50 y 60, era un auténtico placer estar asomado a la carretera y muchos otros pueblos de los aledaños nos envidiaban. Nuestro progreso le ha debido mucho a ella, a las personas que, fatigadas de atravesar curvas por La Ventilla, El Jardín, Sierra Morena o nuestra incomparable Sierra de Segura, se detenían para reponer fuerzas en nuestros abundantes establecimientos hosteleros, alguno muy afamado como la Fonda “La Manuela” o la Posada de “Pepe U”, y al paso a menudo compraban también chuletas, embutidos, aceite, dulces caseros, etc…
Trazado de la carretera nacional en una vista panorámica de Puente de Génave
Para los jóvenes de mi edad, “los sifones eran ya algo lejano, un lugar para ir casi como de excursión para jugarnos unas menguadas pesetillas a las cartas, fumar a escondidas, o para hacer una cita más o menos furtiva y “pelar la pava”. A lo lejos, pasada La Vicaría, donde daba la vuelta la lengua gris de la carretera, atisbábamos de vez en cuando las débiles luces o los destellos del sol al chocar con el parabrisas de un automóvil. Tardaba un buen rato hasta que se comenzaba a escuchar el ronroneo sordo de un motor.
 Monchi, hermana de Pepe el pintor, Amparo Olivas, hija de Raimundo y Pulido la de Ramón el cartero en el paseo de los Sifones cerca de La Vicaría
Y entretanto, las conjeturas y adivinaciones: ¿es “La Pava”?, ¿será “El Terne”?, ¿viene por fin “La Alsina”?, ¿cuándo volverá Paco “Cañero” o “Santiaguete” con el taxi del Arroyo? o ¿puede que sea el “FLAS” que regresa de Beas?.... Charlábamos o paseábamos apaciblemente con las manos en los bolsillos por la carretera, porque nada nos molestaba. Y cuando llegaba el vehículo bastaba apartarse un poco, ni siquiera caer a la cuneta para que su chapa, más o menos herrumbrosa, se abriera paso ante nuestra atenta mirada.
Santiaguete, junto a su taxi, y José Bililo 
Pero los años 80, sin embargo, lo que entonces era un placer, es decir, pasear por la carretera y llegar hasta más allá de “los sifones”, aprovechando el frescor que nos llegaba del Arroyo Peñolite, las dos hileras de álamos y las hoy casi desaparecidas olivas a ambos lados, llegó a ser una tortura. Los camiones, más grandes que algunas de las casas de nuestro pueblo, los pitidos y bufidos de su freno hidráulico, el paso acelerado de algunos coches que impedían cruzar de una a otra acera provocando verdaderas situaciones de peligro y accidentes, metiendo el espanto en el alma de los puenteños, aconsejaban que se hiciera lo que se ha hecho igualmente en muchos otros pueblos, que no es otra cosa que sacar el paso de la carretera por el casco urbano.
Marisol Sánchez y Maite Molina iniciando el paseo en el puente sobre el Arroyo de Peñolite
No se oculta que para algunos negocios ha sido un verdadero “palo” económico. Pero otras inversiones lo están paliando, y confío que aún más próximamente. A mí me encantaría que en toda esa recta de tramo urbano se creara ya una gran avenida con un monumento emblemático distintivo de la actividad de nuestra tierra y divisable desde más allá de ese polígono industrial pleno de naves y de actividad hasta el punto de que haya que realizar una nueva ampliación. Sé que hay proyectos atractivos y el alcalde y otras personas que ocupan puestos destacados en el área de las instituciones y el mundo de la empresa, las cooperativas o los servicios lo están madurando para convertirlo en un proyecto de todos.
El tráfico incesante de camiones por el centro de la población
Todo ello permitirá continuar a la vez con el progreso económico y tener una mayor calidad de vida. Que podamos pasear calmosamente los amigos, que podamos entablar una conversación, que podamos celebrar las fiestas y honrar a San Isidro al aire libre, sin agobios ni peligros de coches ni camiones, que podamos apurar tranquilamente una cerveza o un café, o simplemente contemplar un paisaje tan habitual como es el rojizo intenso de La Terrera, el verdeoscuro de las olivas, los cerros de los “Praos” o el Tamaral, dejando la atalaya que representa la torre de nuestra iglesia como emblema en el horizonte, teniendo la calma de una conversación que no se vea amenazada por la presencia de un vehículo o el ruido de un camión.
Vista de la primera fase de reforma del Paseo de La Vicaría