domingo, 18 de agosto de 2013

SEVE. . . . .DESDE EL CORAZÓN AL CIELO

Esta claro que la huella que dejan personas en otras personas puede ser profunda e intensa, eso ha sido siempre así. Lo que ya tiene matices es la dimensión de esa huella y, en este caso no hay duda, Don Faustino Serrano ha sido una persona que ha mostrado siempre su generosidad con las gentes de este pueblo y, evidentemente, Puente de Génave también sabe ser generoso con aquellos que mostraron su entrega y su amor por este querido rincón de la provincia de Jaén. Su familia y su pueblo fueron siempre motivaciones que estubieron presentes en su vida, desde los diversos ámbitos y cargos que ocupó; y por ese motivo, a Seve, se le quería mucho y bien en Puente de Génave, donde la gente sabe mostrar gratitud a aquel que mostró entrega y generosidad por ellos y por este pueblo.
Volvemos a incidir en su figura a través de un escrito remitido a su propia familia por la Dra. Isabel Esteban Sáez, una amiga de la familia que vivió a distancia y también presencialmente los últimos días de este insigne personaje, aportando sus cuidados médicos y sus atenciones junto con Raúl, Manuel, Inma y Encarni. Ellos velaron por la buena vida que se apagaba y por la buena muerte que se acercaba. Que Dios les bendiga.
Éste es un cuento que me llegó hace poco. Está escrito desde el corazón, como así dice su título. Su autora es Isabel Esteban Sáez, una amiga que vivió a distancia y presencialmente los últimos días de Faustino Serrano aquí, en este terruño. Ella fue uno de los cinco angelitos especiales y especialistas (Junto con mi prima Encarni, Inma mami, Raúl y Manuel) que guardaron y velaron por la buena vida y la buena muerte de mi padre. Dios os bendiga.
Y ya, sin más, paso a transcribir el cuento:



DESDE EL CORAZÓN AL CIELO

Érase una vez ... Como empiezan todos los cuentos que terminan con final feliz.
Érase en un pueblo de la sierra una familia querida y respetada por todos. Una de las hijas es amiga mía y un día, de forma inesperada, entró en estado de shock al conocer que su querido padre iba a marcharse en no mucho tiempo a un lugar donde iba a ser feliz para siempre.
Mi amiga no quería que se fuese, quería que se quedase siempre con ella. Pensó incluso en irse con él, pues no lo aceptaba, pero pronto reaccionó, decidió enfrentar la situación y hacer que su padre no olvidase estos últimos meses a su lado.



Mi amiga era muy lista e intuitiva, conocía muy bien a su padre, le trataba con mucho cariño, con respeto, con dedicación y con mucho sentido del humor. Y su padre se sentía orgulloso de ver cómo se portaba su hija con él.  
La madre de mi amiga estaba muy triste y a los hermanos les costaba asumir los momentos que se avecinaban. Pero mi amiga es especial y entre otras virtudes ella empatizaba fácilmente así que también se ocupó de cuidarles a ellos; les confortaba, les explicaba y les ayudaba a seguir las directrices que los organizadores del viaje habían trazado para su padre, siempre con una sonrisa y un gesto amable. No siempre fue fácil, pero ella tenía claro que su padre no merecía menos y consiguió que todos cuidaran del padre. Todos le querían y le quieren.
Durante el trayecto conocimos más al padre de mi amiga, de tal modo que dejó de ser su padre para nosotros para ser nuestro amigo.
Ese ser excepcional era capaz de cuidar a su esposa y a sus hijos y protegerles en todo momento. Olvidándose de sus propias necesidades priorizaba por ellos, utilizando con gran habilidad su intelecto y ese sentido del humor que mi amiga había heredado de él.  
Mi amiga no hablaba directamente del viaje que se avecinaba con su padre pues imaginaba que esto le haría estar triste, y él, que ya lo sabía, nunca mencionó que ya había visto los billetes. Él sabía que tenía poco tiempo y mucho trabajo por hacer.
Así qué organizó... ¡vaya que si organizó! Organizó para que a su partida toda su familia quedase bien protegida. A cada uno le encargó una misión, todos eran importantes y él quiso hacérselo saber uno por uno.
Todos los días les daba consejos para comportarse en la vida, siempre basados en el respeto, el amor a los demás, los valores esenciales de la persona, la tranquilidad y el sentido del humor para combatir los momentos de angustia. Él sabía que esto sucedería a su marcha. Siempre fue el faro de la familia, el punto de referencia y se iba a ir. Quería prepararlos.
Lo excepcional del padre de mi amiga, a mi parecer, es que todas estas cosas nos las enseñó con su ejemplo de vida. Él sonreía, cantaba, disfrutaba de cada momento con los suyos y agradecía cada momento y cada actitud. Nunca una mala cara. Nunca un mal gesto.
Cuando supo que ellos habían aprendido la mayor lección que un padre puede dar a sus hijos, vio que todo estaba en calma, dejó que le ayudarán a hacer la maleta, se despidió y se fue...al cielo. Teniendo la certeza de que todo iba a estar bien allí donde él había estado siempre. Allí donde tanto había dado a su familia, a sus amigos y al pueblo en el que tanta gente le quería.
Se fue tranquilo pues sabía que estaban preparados para dejarle ir. Se fue feliz pues sabía que iba a un lugar donde no había penas, donde todo era bonito y donde con paciencia esperaría encontrarse un día con todos ellos. Y desde el cielo escogería una estrella en la que se sentaría todas las noches para seguir, como siempre, cuidando a toda la gente a la que tanto quería. Pues él sabía que podría, ya que es inmortal.


Durante este corto tiempo su padre le había enseñado tantas cosas a mi amiga que no podía por menos que sentirse dichosa de la suerte de haber tenido a su padre con ella todo este tiempo.

Se sentía feliz porque sabía que él estaba bien y que algún día le abrazaría de nuevo. Mientras tanto, ella miraría las estrellas todas las noches y confiaría en que su padre seguiría velando por ella y por los suyos desde el cielo.

Mi amiga es muy querida y contó con muchos amigos a su orilla en estos momentos. Los amigos estábamos a su lado en función cada uno de nuestras posibilidades y habilidades. Y ella siempre expresó su agradecimiento, pues así lo había aprendido de su padre.

Lo que ella no sabía es que para los amigos era un placer poder ayudar y estar con ellos en estos momentos, casi una necesidad, ya que en el camino aprendimos muchas cosas de ella, de su familia y en especial de su padre. Su ejemplo, el de cada uno de ellos, nos sirvió a todos para ser mejores.

Así qué creo que es el momento de terminar este cuento, fábula o como quieras llamar a todo lo escrito, y me permites la paradoja de decirte, querida amiga, que con final feliz, pues en el camino todos hemos ganado.

He de darte las gracias por transmitirnos el recorrido ejemplar que llevó tu padre, por la forma que tuviste de tratarle y de cuidar del resto de tu familia, de respetar y seguir el ritmo que marcaba tu padre y de poner en práctica cada una de las enseñanzas que él te brindó. Y daré las gracias, por supuesto a tu padre, si me permites, por habernos enseñado con su actitud tanto en tan poco tiempo. Hasta siempre y con mucho cariño.

Ha sido un placer haber coincidido con vosotros en el camino."